A_CANAVERAL_05Alconétar, la fortificación desde la que la Orden gobernó la encomienda de su misma nombre en la que se encontraba englobada Cañaveral.

A diferencia de los lugares mencionados, no parece que ningún castillo llegase a defender durante la Edad Media las viviendas que conformarían Cañaveral. En cambio, si parece ser cierto que los templarios contaron con una casa en la población. Desgraciadamente las referencias que existen sobre esta construcción son escasas y tremendamente parcas en sus explicaciones. El Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, de 1791, al hablar del “sitio llamado el Palacio” indica “que se dice que fue de templarios y en el existe una hermita”. En la carta que en 1794 remitió el párroco Juan de Cáceres Villalobos a López, con datos que precisaba para la elaboración de los mapas que estaba efectuando, se completa un poco más esta información al mencionar la ermita de Nuestra Señora de la Consolación, ya que se indica que “hay tradición de que esta hermita fue casa de los templarios”.

Atendiendo a los escasos datos que ofrecen ambos documentos debería situarse la casa que los templarios poseyeron en Cañaveral en la ermita de la Consolación, emplazada en el barrio de la Canal, en la zona más elevada del pueblo. En la actualidad, aparentemente nada se conserva en la fábrica de la ermita que manifieste un pasado templario. La que da la impresión de ser la parte más antigua del edificio, la situada a los pies, atendiendo a los bolones que adornan la portada que allí existe, puede datarse en época de los Reyes Católicos, esto es, a caballo entre los siglos XV y XVI. Mientras que la cabecera debió alzarse bien adelantado el siglo XVI, dentro de una reforma que quedó inacabada, quizá por causa de la crisis de finales de ese siglo, permitiéndonos contar en la actualidad con evidencias de ambas fases constructivas. De haberse completado el proyecto que estaba en marcha, lo más probable es que no se hubiese preservado la actual portada de los pies, resultando sustituida por otra.

Por causa de las transformaciones que a lo largo del tiempo sufrió la ermita de la Consolación, resulta muy difícil imaginar cual sería el aspecto que tuvo originalmente la casa que los templarios poseyeron en Cañaveral. Pese a ello, no parece demasiado aventurado suponer que se tratase de un edificio fortificado con el propósito de poder hacer frente a un potencial ataque que sufriera el pueblo. Algo perfectamente factible en el contexto de la época. No debe olvidarse que mediado el siglo XIII la encomienda de Alconétar se vio azotada por un conflicto con la Orden de Alcántara, cuyas consecuencias los templarios pusieron en conocimiento del rey Alfonso X en 1257. Relacionado con el proceso que se abrió entonces para dilucidar lo ocurrido se conserva un documento en la Crónica General de la Orden de Alcántara, obra de Alonso de Torres y Tapia publicada en 1763. En este documento al que aludimos se recoge el ataque que Cañaveral sufrió por parte de los freires alcantarinos:

“Otrosi, fueron al Cañaveral con Cabalos é con armas é con so poder, assi como andaban, é quebrantaron é robaron quanto y fallaron, é los homes que y moraban fugieron, é finco el Lugar yermo”.

La previsión ante ataques similares a los que se recogen en la Crónica General de la Orden de Alcántara es lo que nos lleva a considerar la posibilidad de que la casa que los templarios tuvieron en Cañaveral pudo encontrarse fortificada. Evidentemente no estamos hablando de un castillo, sino más bien de una casa fuerte que presentaría elementos destinados a facilitar su defensa y repeler cualquier ataque, como podrían ser gruesos muros o ventanas estrechas y, quizás, en forma de saeteras. Asimismo, también cabría suponer que alguno de sus extremos hubiese estado coronado por un pequeño torreón.

Por otro lado, también es posible que el emplazamiento de la casa se decidiese con una finalidad defensiva y por ello se optase por una ubicación claramente elevada con respecto al resto del pueblo. Debemos tener en cuenta que aunque actualmente la ermita de la Consolación se encuentra englobada dentro del núcleo urbano de Cañaveral, en los siglos XIII y XIV debió encontrarse separada del resto del caserío, que sería mucho más reducido que el que hoy existe y se apiñaría en torno a la iglesia de Santa Marina. La posición elevada que ocuparía la casa habría facilitado a los templarios su uso como atalaya para vigilar los accesos a la población, pudiendo controlar también el tránsito de quienes utilizasen el camino que, tras atravesar el puerto de las Viñas, conduce a la parte posterior de la sierra de Cañaveral.

De cualquier manera, no está demás insistir en que, las características que ofrecemos sobre la casa que los templarios tuvieron en Cañaveral, son fruto de una hipótesis. Los datos con los que contamos en el momento actual no permiten ir más allá de apuntar su existencia en el pasado. Lo que si es cierto es que no sería la única construcción similar con la que contó la encomienda de Alconétar, dado que en Garrovillas denominada como casa de los templarios a una vivienda de la localidad, tal y como recoge Julio López Rodríguez en La huella del Temple en Extremadura: historia y legado, de 2009, aunque en este caso el edificio no se encontraría tan transformado como ocurre con el ejemplo de Cañaveral.

 

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