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Situada en el suroeste de la sierra del mismo nombre, en la confluencia de la desembocadura de los ríos Guadalemar y Zújar, junto al pequeño pueblo de Galizuela, encontramos las ruinas de lo que fue un asentamiento templario conectado con Puebla, ya que entre ambas fortalezas transcurría la ruta ganadera de la Mesta , a la prestaban protección.Desde la aldea de Galizuela en una ruta de 2 km . aproximadamente podremos acceder a las ruinas del asentamiento templario. Con suerte, los amantes de la naturaleza pueden fotografiar durante el trayecto espectaculares ejemplares de buitres que anidan en la cima.La fortaleza está situada en la parte más alta de la montaña, ocupando una explanada de 950×450 metros. Recinto defensivo casi inaccesible por sus partes Este y Oeste, tenía al Norte su entrada, defendida por dos torreones amurallados, y al sur un muro defensivo. Construida a principios del siglo XIII se enmarca dentro de la reconquista de la comarca a manos de los templarios. Se ha atribuido su nombre a Ares, dios de la guerra griego, raíz presente en otras toponimias templariasHoy está en estado ruinoso debido al expolio, y su difícil acceso hace que esté sorprendentemente olvidado por los estudiosos del tema.
Su visita nos sirve para conectar con la mística templaria: en su punto más álgido se puede uno alinear con el castillo de Puebla y la espectacular montaña cónica del cerro Masatrigo. Desde allí el sol se pone tras las ruinas templarias, orientadas hacia el oeste, sería interesante un estudio que explique la disposición del castillo en relación con la mística solar de los templarios. Ese punto exacto es un lugar ideal para meditar, un sitio místico para percibir la energía de la naturaleza…La historiografía apenas documenta la existencia de esta fortaleza, por lo que la tradición popular aporta revelaciones apasionantes. En su libro Crónica de 17 pueblos (la siberia extremeña) , Vicky Jiménez recoge testimonios de los habitantes de Galizuela sobre el castillo. En ellos se habla de un tesoro oculto encontrado por un anciano antes de morir, que transmitió el mensaje: “frente al moro está el tesoro”. Su hijo encontró en una de las habitaciones el busto de un moro. Después de cavar infructuosamente frente a la estatua, la ira le llevó a golpear el busto y romperlo en pedazos. De “la frente del moro” comenzaron entonces a brotar monedas de oro. Estamos ante una leyenda que no conviene desdeñar. Enlaza con los cultos bafuméticos atribuidos a los templarios: la cabeza del moro se identifica por el probable color oscuro del busto. Además, el tesoro puede ser una parábola de la sabiduría interior, la verdadera riqueza, que se encuentra en nuestra mente, “dentro de la cabeza”…En dicho libro también nos habla de supuestos desvíos en la conducta de los templarios: robos a los que atravesaban la ruta para después fingir ayudarlos, intento de abusos deshonestos alegando “derecho de pernada” (un vaquero mató de una pedrada a un caballero templario que intentaba abusar de su reciente esposa dando nombre a un arroyo: el del Vaquero). Ciertos o no, estos episodios no contribuyeron a la buena fama de los caballeros, tildados de avariciosos. De la leyenda de un fabuloso tesoro, acumulado en gran parte gracias a robos, nos ha quedado el cantar: “ Lara, Lara vale más los tesoros que escondes que toda España ”. Ese tesoro todavía no ha sido encontrado…